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LA INFLUENCER LÍQUIDA QUE RETO A LOS RAYOS DE ALTA FRECUENCIA

Reyes Ferrer para mileniArts • oct 25, 2022

Todo  pasa y todo queda. Pero lo nuestro es pasar...

Zygmunt Bauman, fallecido a los 91 años de edad, se había convertido durante las últimas décadas en algo parecido a una estrella pop de la sociología. Le requerían en debates por todo el mundo. E incluso en festivales de música y cultura alternativa dirigidos a los más jóvenes. Y él acudía. 

Era un sociólogo de referencia, el que había acuñado los conceptos de modernidad líquida, sociedad líquida o amor líquido para definir el actual momento de la historia en el que las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido. Y han dado paso a un mundo más precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador. Un mundo que Bauman supo explicar como pocos. Lo conocí por la prensa y lo leía gracias a los libros que hicieron leer a mi hija en la universidad. Desde mi punto de vista fue un excelente retratista de la generación de la que formo parte. 
En el podcast de esta semana podrás  escuchar una de esas fotos instantáneas que  sintetizan la vida líquida. 

Si eres de las personas que prefieren leer, a continuación el relato

A las 6:45am de la mañana, ni un minuto más, ni un minuto menos, su marido se había despedido de ella dándole un sonoro beso en la mejilla. Te quiero, le contestó de forma automática, aunque desde hacía un tiempo sentía que ese “te quiero” de todas las mañana era una música que sonaba a algo que aún no se escuchaba ni en las universidades, ni en las noticias. Sonaba a amor líquido. 
Ella, fiel a su rutina diaria, se levantó de la cama y miró por la ventana a ver que día hacia. En 2005 nadie tenía aún un teléfono inteligente bajo la almohada, ni era capaz de imaginar que un futuro próximo no daría un paso sin preguntar por algo a un buscador…

¡Qué día tan bonito! En Barcelona, la temperatura suele ser bastante agradable todo el año pero en primavera los colores brillan más, el cielo estaba sorprendentemente azul celeste ( valga la redundancia ) ese día de junio, libre del velo blanco de la calima que tan a menudo atenúa el tono turquesa que presenta el firmamento lejos de la humedad del mar. 
Su pequeña hija dormía aún, pero no le costaría nada abrir sus inmensos ojos castaños y despertarse. Era un día ideal para que esa alegre mocosa de cinco años estrenará su precioso vestidito negro estampado con margaritas blancas y amarillas. Que lujo mañanero peinar esa larga melena lisa de color caramelo mientras embaucaba a la peinada contándole la historia de amor entre el secador Vientofuerte y su amada afeitadora Norrasca. Era inevitable sonreír al comprobar el poder de los padres cuando se trata de hacer creer a sus retoños que todo lo que puede pasar pasa.  

Buenos días princesa 
Buenos días mami
Venga, levanta que hoy vas a vestirte tu solita
Vale, contestó la niña, segura de sí misma.

 Ya hacía unos meses que era capaz de calzarse y ponerse ella sola la ropa. La madre la acompañó al baño, la ayudó a lavarse la cara y después de seguir el plan imaginado con anterioridad, juntas fueron al armario de la peque a elegir toda su indumentaria. El vestido, los zapatos nuevos, los calcetines nuevos, dos lacitos nuevos a juego con el vestido e ideales para las dos trenzas recién trenzadas y una rebequita por si refrescaba. 

Voy a preparar el bocata para el patio mientras te vistes, dijo la mamá feliz, orgullosa de ver como progresaba su primogénita. 
Ya estoy, dijo la niña apareciendo por la puerta de la cocina
¡Que guapa! exclamó la mamá mientras aplaudía feliz como una perdiz de ver lo bella que podía ser la vida una mañana cualquiera.

Ese día, Yes, que así se llama nuestra madre protagonista, también se vistió de domingo, estrenó un tejano negro y una camisa blanca, iba cómoda pero elegante.  

Dejo el coche en el garaje. iremos al cole a pie. Así podremos disfrutar del buen tiempo y lucir nuestro outfit primaveral . Dijo muy alegre.
La niña sonrió. Y movió afirmativamente la cabecita. Las dos irradiaban felicidad.
 
 Salieron muy contentas y dicharacheras por la puerta principal del edificio en el que vivían dispuestas a

Buenos días Jaime, saludaron al portero , las dos a la vez.
Buenos días guapas, les contestó guiñando un ojo a la más pequeña.

Las dos se miraron y pensaron para sus adentros ¡ Qué razón tiene!
Cuando estaban a unos pocos metros del jardín de infanci, justo a una manzana, la niña preguntó a su madre : 

Mamá ¿hay que llevar bragas?
La madre, despistada por el subidón de buenrollismo que la embargaba, le soltó de un tirón una de sus máximas:
¡Claro! Hija, en esta vida, vayas donde vayas siempre ponte bragas
Y entonces la niña empezó a sollozar desconsoladamente…

Poco rato después la joven mamá ya había conseguido olvidar el disgusto mañanero. Afortunadamente todas las guarderías del mundo tienen una mochila de emergencia con ropa de recambio. La niña al ponerse sus bragas, recuperó su incipiente “dignidad” femenina y se paró en seco el borbotón de lágrimas que fluyen de los ojos de cualquier mocoso contrariado.

La madre continuó su camino a pie, le encantaba andar por la ciudad en un día laborable, con ese sentimiento de culpa que tienes cuando faltas al curro o al instituto y sientes que “pecas” Pero ahora ese no era su caso. Era aún pronto y tenía tiempo suficiente de entrar en El Fornet, una panadería-cafetería donde hacían unas palmeras de chocolate que gritaban: ¡Cómeme! Estaba dispuesta a atender su reclamo, además de elegirse para su desayuno un bocata de jamón, un café con leche y un zumo de naranja. 

Alguna ventaja había de tener eso de “cuidarse” . Lejos quedaban ya esos días en los que había sido una gordita rellena a fuerza de devorar ensaimadas de cabello de angel. Todos los días menos los lunes en los que no había barco de Mallorca se comía dos unidades acompañadas de una barrita de milky ¡Como le gustaba el chocolate blanco! Ese era uno de los mejores recuerdos de su infancia, su momento del día durante su etapa de colegiala gordita, bromista y mongil. 

Pero no hay placeres eternos. A los 13 años fecha en la que con la llegada de su primera menstruación empezó a preocuparse por su aspecto, se propuso adelgazar. Ahora que lo estaba pensando siempre había sido una persona muy orientada a conseguir objetivos. Entonces su meta era enfundarse unos tejanos de la talla 38 . Era fácil aún estaba creciendo. En menos de un año a fuerza de lechuga, pepino y yogourt ya lo había conseguido. Superado su reto vivió gran parte de su juventud sintiéndose divina en sus fundas blue jeans de la talla “36”. Cambió el uniforme azul marino por el uniforme de joven estudiante de los 70 (varios conjuntos de pantalón, pana en invierno o denim en primavera-verano, a juego con polos o jerséis. Eso sí de marca Levi´s (etiqueta roja) para los pantalones, y Fred Perry o LACOSTE para polos. 

Los zapatos por supuesto, castellanos. Pelliza o Tabardo como abrigo en invierno y cazadora o sudadera universitaria como abrigo para entretiempo)
 
Por aquel entonces nada podía hacerla más dichosa que oír a sus compañeros de Bachillerato llamarla flaca. 

Lástima que aquella hambruna hubiese sido la causante de pérdida de visión ¿Porque no explicaban las revistas femeninas que la grasa es indispensable para absorber la vitamina A? ¡Suerte de las lentillas! que como las mechas rubias eran sus must de belleza desde los 16 años. Al terminar su café dío por casi concluido su nostálgico monólogo interior. No sin agradecer lo mucho que le debía a la ciencia. Su hija por ejemplo, no hubiera nacido sin la ayuda de una probeta. 

Al salir del Fornet, vio a Clara, una amiga que por cortesía no tardaría un minuto en preguntar ¿Cómo estás? 
No le apetecía mentir y pasó de saludarla. Nadie podía reconocerla. 

Afortunadamente su peluca era estupenda. Y las gafas de sol tampoco iban mal en los días en las que necesitaba sentirse invisible. Y pensar que hasta hacía poco se creía inmortal: joven, amada, con un trabajo de película , una hija adorable y cientos de planes para un futuro perfecto . La noticia le pilló por sorpresa. ¡Aún no tocaba!

Ya era la hora de la radio. Quedaban solo 10 sesiones y a recuperarse… Después de la quimio, la radio es una apacible sesión de música tecno. En el sótano del Clinic, YES se encontró a algunas cara habituales. Ella era de las pocas personas que iban solas y de las pocas mujeres jóvenes, pese a que había veinteañeros. La mayoría eran ancianos acompañados de algún familiar, o pacientes ingresados que bajaban en silla de ruedas o en camilla. 

El ambiente era familiar, distendido, esperanzado pese a estar en un sótano radioactivo en un día radiante
En la sala de espera era frecuente entablar conversación con algún héroe o heroína dispuesto a contar su batalla con la enfermedad sin pelos en la lengua pese a que el cáncer ¡maldito tabaco! hubiera hecho mella en lo más profundo de sus papilas gustativas…

Curiosa, escucho (como toda la sala) a un enfermero hablando a gritos al paciente que iba delante de ella. 
Era un hombre muy mayor, aparentaba 100 años. El ATS le preguntaba y el viejo ( que bien podía haber ejercido de catedrático de física cuántica años atrás ) le respondió
Joven, soy viejo pero no sordo.
En aquel momento no paso nada. La radio del anciano transcurrió con normalidad. Hasta que entró nuestra protagonista. Al tumbarse en la camilla, el mismo sanitario le preguntó si estaba cómoda. Entonces , burlona ,respondió
 soy joven pero no sorda.

Justo entonces sucedió algo inédito. Explotó la risa. Y todo el equipo de radioterapia estalló en un ataque de carcajadas irrefrenables y contagiosas tan largo y continuado, que hubo que posponer la sesión hasta el próximo día. Entre tanto drama, la risa lo paró todo. 

¡ZAS!

A las 3:35h de la tarde, el puntual empleado de banca con el que se había casado llegó a casa, hambriento y cansado. Con pocas ganas de hablar. Pero tierno y cariñoso. Era un buen tipo.
Hola ¿Qué tal la radio?
Bien, muy divertido
¿Divertido?
Si. ya te contaré. ¿Qué tal tu?
Si no te parece mal he quedado con Jordi, para ir a la feria del disco.
No, me parece estupendo. (No era cierto)
Yo iré a buscar a Andie e iremos un rato al parque, y después pasaré por el videoclub para alquilar una pelí.
Vale. 
Cenaremos Pizza.
Yo la traeré.

A las 18:30h Madre e hija iban cogidas de la mano. caminando sin prisas por la calle Enamorados, allí estaba el pequeño videoclub del que eran socias. Una calle sin sol, triste, decadente. Pese a su corta edad, la pequeña , intuía que esa calle tenía muy mal Karma. Han pasado muchos años y nunca ha podido olvidar lo que pasó en esa horrible callejuela que va de la la Plaza de los Encantes Nuevos a la Plaza de la Oca.
Bichito ¿me dejas que me divorcie de papá?
Si tu quieres.   

De Oca a oca …

Entra aquií y escucha el episodio

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